A raíz del XII Congreso Español de Criminología, celebrado en Oviedo durante la última semana de junio, se han manifestado diversas cuestiones que deben ser objeto de un profundo debate por parte de las sociedades, asociaciones, federaciones, colegios y todo aquel que esté implicado en el ámbito criminológico; este es el objetivo de este post y es lo que trataré de desarrollar en las siguientes líneas.
Lo primero que podemos decir es que el Congreso fue todo un éxito en cuanto a la organización (desde aquí mi enhorabuena al Ilustre Colegio Profesional de Criminólogos de Asturias por su implicación y buen hacer para que el Congreso pudiera celebrarse en Oviedo), también por el alto índice de participación, con más de 250 propuestas entre pósters y comunicaciones, y como no, por el debate generado. Este es un hecho que evidencia que la investigación criminológica en nuestro país goza de muy buena salud. Pero, como en todo buen Congreso que se precie, también salieron a la luz algunas cuestiones que deben ser objeto de debate, sobre todo las dos siguientes:
1) Identidad del Criminólogo: académico y profesional.
En el informe hecho público por el Presidente de la SEIC, Juanjo Medina, encontramos un punto referido al redescubrimiento del carácter multidisciplinar y mestizo de la Criminología, donde se hace una fuerte defensa de la identidad del criminólogo basada simplemente en el buen hacer criminológico, más allá de papeles que digan qué es o no es un criminólogo. Y aquí creo, sinceramente, que se refiere a la definición de lo que es un criminólogo académico, es decir, aquella persona que se dedica a la docencia e investigación en Criminología, y que no debe confundirse con el criminólogo profesional, y esto no quiere decir que uno sea más o menos importante que el otro. Porque no hay que olvidar que en España debemos mucho a todos aquellos profesores que han impulsado y siguen impulsando la investigación seria y la docencia de calidad en nuestro campo (debemos tanto, que sin ellos no tendríamos el potencial que tenemos actualmente, demostrado en el XII Congreso Español de Criminología).
Esta distinción es importante porque también hay que tener en cuenta el mensaje que se lanza a aquellas personas que inician sus estudios de Criminología (o los están acabando o los han acabado), donde no se pone en valor la propia titulación de criminología y puede llegar a ser desalentador para ellos, ya que se van a preguntar que para qué han estudiado el grado en Criminología cuando podían haber hecho cualquier otra carrera y luego interesarse por la criminología (aunque sea de pasada) para poder ser criminólogos. Y también encierra un desprestigio de la propia titulación que puede llegar a las diferentes administraciones y/o empresas y entorpecer el proceso de contratación de criminólogos para realizar funciones específicas de la criminología, abriendo así el campo a cualquier persona, tenga o no título de Criminología, y con ello desvirtuar por completo el actual sistema de ordenación de las profesiones. Que aunque sea gremial y más propio de la Edad Media, eso no lo discuto, es el que tenemos actualmente. Otra cosa sería que pudiésemos cambiarlo para todas las profesiones.
Yendo un poco más allá, y como posible explicación de esta postura de la SEIC, creo que detrás de ella se encuentra el desconocimiento del ámbito profesional criminológico actual en España, diferente del ámbito anglosajón (otro mundo, no sé si mejor o peor, pero otro), y de los problemas que nos encontramos en la empleabilidad de los titulados en Criminología; del desconocimiento del sentir de (y el respeto por) los miles de egresados en Criminología que han invertido mucho tiempo, dinero e ilusión en su formación; del miedo infundando de un grupo de profesores que no son titulados en Criminología y hacen Criminología (y de calidad, no lo olvidemos) por ser excluidos de ese reconocimiento; también de la juventud de esta profesión; y quizás como consecuencia de los estragos causados por la licenciatura de segundo ciclo en el imaginario de lo que es y no es un criminólogo -a pesar de que fue el paso previo e indispensable para tener grados- en la que para obtener este título se debía tener un primer ciclo de titulaciones no criminológicas, donde se ha creado un grupo con pocos conocimientos en Criminología porque los adquirieron como mero complemento a su formación básica.
Además, para poder entender mi postura he puesto el ejemplo siguiente en las redes sociales: ¿dejaríamos que nos recetase un medicamento alguien que no estuviera titulado en Medicina? Puede ser que no, entonces, debemos reconocer que la ordenación de las profesiones (por suerte o por desgracia) se hace a través de la consecución de un título oficial, que en nuestro caso, además, nos ha costado muchísimo conseguir y trata de poner la Criminología y a los criminólogos titulados en el lugar que merecen. Y también he hablado de que, en mi caso, puedo estar investigando el suicidio en adolescentes y su relación con el acoso, y no por ello voy a decir que soy médico o psicólogo, seré criminólogo que se interesa por un aspecto del amplio campo de la salud. ¿Se imaginan qué me dirían si con esta carta de presentación voy a colegiarme en el Colegio de Médicos o Psicólogos? Voy a intentarlo y les cuento.
Pero, no todo el problema proviene de los docentes e investigadores, en el otro extremo tenemos la información del Colegio de Profesional de Criminólogos de la Comunidad de Madrid, en el que su Decano, en una carta hecha pública sobre novedades del colegio, afirma que los colegiados de esta institución recibirán el carnet que los acredita como criminólogos, porque de lo contrario solo serán graduados o licenciados en Criminología, es decir, ¿esta es la definición válida de criminólogo? Se parte del símil de los abogados olvidando que la colegiación no es obligatoria para el desarrollo de la profesión de criminólogo (cosa que no sé si es buena o mala).
En resumen, aquí evidenciamos dos posturas un tanto extremas, por un lado considerar que cualquier persona que se dedique a la investigación de ámbitos relacionados con el objeto de estudio de la Criminología es criminólogo, sin darle ninguna importancia a la consecución de una titulación oficial; y por otro, que solo un Colegio Profesional puede determinar quién es criminólogo. Y digo yo que en el medio encontraremos la virtud, ¿qué hay de malo en decir que un jurista se dedica a la investigación de calidad en Criminología, por ejemplo? Sin tener que considerarse criminólogo por no tener un título en Criminología, y si quiere considerarse criminólogo, que lo haga, pero dejando claro que es un criminólogo académico. Y aquí hay que aclarar que el avance de nuestra ciencia, como el de todas, solo será posible por la implicación de grupos de investigación multidisciplinares, sin necesidad, siquiera, de considerarse criminólogos; pero el avance en el campo profesional lo conseguiremos cuando se ponga en valor la titulación de Criminología, y ahondar en la tesis académica no nos va ayudar.
2) Calidad de la enseñanza en Criminología.
Como consecuencia de lo dicho anteriormente podemos intuir que la enseñanza de criminología está en manos de personas que no son titulados en Criminología y además, en el peor de los casos, no desarrollan su labor investigadora en el campo de la Criminología. Para ello será muy interesante conocer los resultados que se obtengan a través de los estudios del Observatorio en el que participamos junto a la SEIC y tratar de conocer la realidad de esta afirmación, de momento, son conjeturas (o hipótesis de partida, como quieran).
Si se ahonda un poquito más en lo dicho, es un grave problema que nuestros estudiantes no conozcan los principales hallazgos en Criminología y su aplicación práctica, y todavía es más grave que en los grados de Criminología todavía haya profesores que digan que no tienen ni idea de lo que es la Criminología o hace un criminólogo, o más allá, que sientan que sus propios alumnos son una amenaza para su disciplina y no les permitan desarrollar trabajos finales de grado, por ejemplo, en ámbitos criminológicos, circunscribiéndolos a ámbitos jurídicos o puramente psicológicos en su mayor parte.
Abel Glez. García
Presidente FACE